viernes, 12 de abril de 2013
Internet, era vida.
Si lo piensas, estás más metido en Internet que en cualquier otro aspecto de tu vida. Prefieres ganarte la aceptación y/o respeto de personas que en tu vida has visto y probablemente nunca conozcas. Creándote una idea de un mundo que sólo existe en un lugar con Wi-fi.
El diálogo, ahora, cotidiano.
-Ey, hijo ven a cenar.
-No puedo, mamá. Intento triunfar en (Inserte red social aquí), porque ya me rendí.
Esto es real.
Todo empezó por esto, redes sociales. En principio, con un fin de unir más a las personas, convivir con amigos desde diferentes locaciones, hacer una comunicación más fácil para una vida plena.
Lo que no se imaginaron los creadores de éstas plataformas en ése momento (ya se dieron cuenta pero hacen dinero, así que, no les importas), es que en realidad no hace plena tu vida. De hecho, te la quita. Ahora tu identidad se le llama un "username".
Infinidad de redes sociales, de pensamientos, de posturas, y sobre todo de pendejadas.
¿Por qué pendejadas, Emilio?
Muy fácil, porque era una buena idea. Nadie necesita una vida. Hazte una cuenta en la red social de tu agrado y listo, sé feliz.
Pero tenían que arruinar casi la mayoría de éstas con lo único más grande que la Internet.
La estupidez humana.
¿Quién necesita salir a la calle? Ahora te dicen si está lloviendo, si está temblando, si hace calor; y lo mejor, no tienes que pedírselo a nadie, lo hacen de todas maneras.
¿Quién necesita ver un canal o página de Internet especializada en deportes? Siempre hay alguien que te informa del marcador de un partido que, obviamente no te importa porque no lo estás viendo. Por supuesto, como no es el que se esperaba, el árbitro o cualquier autoridad es aquél que tiene la culpa, no unos jugadores mediocres. Obvio, no.
¿Quién necesita saber que ahora todo lo que suena en los bares, antros y demás lugares de convivencia juvenil es un sonido electrónico proveniente de una miserable Macbook? Porque eso es música, un sonido que te marea por tanta repetición en el ritmo. Que sólo cambia por la voz de una mujer o un hombre que, pareciera, nunca ha cantado en su vida.
¿Quién necesita saber que hacen tus amigos? Ahora sabes que están comiendo, dónde están, qué están haciendo, con quién, y lo más novedoso, si están en el baño.
Es un mundo tan enfermo que ahora no necesitas entrar a una página de contenido para adultos, sólo entra a un vídeo chat en línea y es más que suficiente.
Si te identificas con alguna de éstas palabras deliberadamente acomodadas, intenta desecharlas, por un Internet mejor.
Emilio.
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